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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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02-04-2010

 

 

Andrés Olivetti - Fernando Moyano

 

Carta de Óscar Arias a Mujica

 

SURda

 

 

Estimados compas:
Esta es la carta de Óscar Arias, presidente de Costa Rica, a Mujica, proponiendo que Uruguay elimine sus fuerzas armadas. Creemos que el tema es demasiado importante como para quedarse en la mentalidad pacata de solamente ver quién lo dice. Por eso divulgamos esta carta y a continuación una nuestra que hemos enviado al semanario Brecha. Nos proponemos contribuir a un debate serio sobre el tema e invitamos a todos a participar.
En momentos en que el presidente de la República se propone incluso aumentar el gasto militar y además quiere excarcelar a los militares genocidas, el debate es imprescindible.
También es necesario contestarle al propio Óscar Arias y a cosas inaceptables que dice, como lo referido a Haití. Que muestra que hay dos maneras muy distintas de encarar el desmantelamiento de las fuerzas armadas, la nuestra es la que recogemos del mejor pensamiento antimilitarista uruguayo, Emilio Frugoni, Julio César Grauert y Carlos Quijano.
Salud

ANDRÉS OLIVETTI  -  FERNANDO MOYANO


 

Excelentísimo señor Presidente:

No le escribo hoy a don José Alberto Mujica Cordano, sino al "Pepe" revolucionario, a ese hombre que en medio del fango del horror, conservó siempre intacta la flor de la justicia; a ese soñador que no apagó la luz de la utopía, ni en el más oscuro rincón de su celda olvidada; a ese idealista que defendió, ante ofensas y amenazas, una fe inquebrantable en un futuro mejor para Uruguay y para América Latina. Le escribo al "Pepe" para decirle que queda todavía, en el morral del tiempo, una última utopía: la abolición del ejército uruguayo.

Mis palabras emergen del cariño y de la buena voluntad. Sé que no tengo ningún mandato sobre los destinos de su pueblo. No pretendo irrespetar la soberanía de una nación hermana. Tan sólo quiero brindar un consejo que veo escrito en el muro de la historia de la humanidad: los ejércitos son enemigos del desarrollo, enemigos de la paz, enemigos de la libertad y enemigos de la alegría.

En gran parte del mundo, y sobre todo en América Latina, las fuerzas armadas han sido la fuente de la más ingrata memoria colectiva. Fue la bota militar la que pisoteó los derechos humanos en nuestra región. Fue la voz del general la que pronunció las más cruentas órdenes de captura contra estudiantes y artistas. Fue la mano del soldado la que disparó en la espalda del pueblo inocente. En el mejor de los escenarios, los ejércitos latinoamericanos han significado un gasto prohibitivo para nuestras economías. Y en el peor, han significado una trampa permanente para nuestras democracias.

Uruguay no necesita un ejército. Su seguridad interna puede estar a cargo del cuerpo de policía, y su seguridad nacional no gana nada con un aparato militar que jamás será más poderoso que el de sus vecinos, que además son países democráticos. No importa cuánto invierta en sus fuerzas armadas, Uruguay no logrará ganar una carrera armamentista contra Brasil, Colombia, Argentina, Chile y Venezuela. En las circunstancias actuales, la indefensión es mejor política de seguridad nacional para su pueblo, que un aparato militar inferior al de sus vecinos.

Lo digo por experiencia. Costa Rica fue el primer país en la historia en abolir su ejército y declararle la paz al mundo. Hace más de sesenta años, otro Pepe revolucionario, el Comandante José Figueres, decidió proscribir para siempre las fuerzas armadas de mi país. Desde entonces, los costarricenses no han vuelto a vivir una guerra. No han vuelto a derramar su sangre en un enfrentamiento civil. No han vuelto a temer un golpe de Estado, una dictadura o un régimen de persecución política. Mi pueblo vive en paz porque apostó a la vida; vive en paz porque confío en el poder de la razón para gobernar los impulsos de la violencia.

Me dirá, querido amigo, que Costa Rica vive en medio de países pacíficos. Pero eso no fue siempre así. Hubo una época en que mi pueblo colindaba al norte y al sur con la dictadura. Hubo una época en que el silbido de la metralla sonaba muy cerca de nuestras fronteras. En lugar de tomar las armas, Costa Rica salió a luchar por la paz en Centroamérica. No nos hizo falta el ejército. Por el contrario, estar desmilitarizados nos permitió ser percibidos como aliados de todas las partes del conflicto. En verdad le digo que no ha habido decisión que más haya fortalecido la seguridad nacional costarricense, que la de eliminar el ejército.

Otros dos países latinoamericanos han seguido nuestro ejemplo: Panamá y Haití. En 1994, el Congreso panameño aprobó, por medio de una reforma constitucional, la abolición de las fuerzas armadas. Desde entonces, Costa Rica y Panamá comparten la frontera más pacífica del mundo. Y no es casualidad que sean, también, las dos economías más exitosas del istmo centroamericano. Porque el dinero que destinábamos a nuestros ejércitos, lo destinamos ahora a la educación de nuestros niños, a la salud de nuestros ciudadanos y a la competitividad de nuestras industrias y comercios. Hemos cosechado los dividendos de la paz, así como también los cosechó, aunque en menor medida, el pueblo de Haití, que con la abolición del ejército puso fin a un eterno rosario de golpes de Estado.

¡Hay tantos mártires en la historia contra la tutela militar! Usted que padeció bajo el yugo de la opresión, tiene ahora la posibilidad de librar para siempre de ese yugo a los hijos del mañana. Cuando el futuro venga, en palabras de Mario Benedetti, "con su afilada hoja y su balanza, preguntando ante todo por los sueños, y luego por las patrias, los recuerdos y los recién nacidos", tenemos que saber qué le diremos. Tenemos que saber lo que hemos sido. Ojalá que ese futuro reconozca en usted, amigo Presidente, al "Pepe" revolucionario que declaró la paz al mundo y decretó sagrada la vida en Uruguay.

Un abrazo fraterno,

Óscar Arias Sánchez

Presidente de la República de Costa Rica


¿Qué diría Quijano?


Estimados compañeros de Brecha:


Brecha, heredera de Marcha. Marcha, la extraordinaria creación de Quijano. Quijano, quien en 1930 propuso en el parlamento la eliminación de las fuerzas armadas,  se opuso al aumento del presupuesto militar, y fue un consecuente antimilitarista toda su vida. Mucho antes que el gobierno de Figueres hiciese algo apenas parecido en Costa Rica.


Óscar Arias, presidente de Costa Rica, manifestó la opinión de que Uruguay debería eliminar sus fuerzas armadas, porque no tenemos enemigos o peligro de invasión que las justifiquen. Y aquí hay quienes dicen que es una “intromisión”. Lo dicen los mismos que dieron su voto en el parlamento para que las fuerzas armadas participasen en la ocupación militar en Haití. ¿Tendrán los haitianos derecho a opinar sobre la política militar uruguaya, o sería eso una inaceptable intromisión de ellos en nuestros asuntos?


Creemos que es imprescindible una discusión seria sobre el tema de fondo, y la heredera de Marcha debería  ser el primer lugar en que esa discusión se plantease.


¿Necesita Uruguay fuerzas armadas? ¿Para qué? ¿Con qué fines? ¿Contra qué enemigos? ¿A qué costo económico? ¿A qué costo en vidas?


Cuando esta discusión se planteó en el primer gobierno de Sanguinetti la derecha saltó como resorte: “Esa es una maniobra de los Tupamaros, suprimir las fuerzas armadas para luego apoderarse del poder por la violencia”. ¿Dirán hoy lo mismo?


Dice Mujica que las fuerzas armadas cargan una pesada mochila del pasado y que es necesario crear el AFECTO del pueblo por “sus” fuerzas armadas. (!!!)


Quien carga la pesada mochila de estas fuerzas armadas inútiles para la defensa territorial, es el pueblo uruguayo que paga un millón de dólares diarios por el presupuesto militar, que se resta a las necesidades más carenciadas: educación, salud, vivienda, inversión pública productiva. Y el presidente todavía pretende aumentar más ese presupuesto militar.


Fuerzas armadas que siguen sin responder por su terrorífica deuda con la sociedad. Y el mismo presidente se empeña en buscar mecanismos para que esa situación se perpetúe. ¿Aceptaremos aumentar todavía más el presupuesto militar, y que ADEMÁS sigan cobijando criminales de lesa humanidad?


¿Cuál ha sido el rol real de las FFAA en nuestro país? ¿Cuál es el rol que se les quiere asignar, por ejemplo por gente como Lacalle? ¿No son acaso los pequeños “estados-tapón” como el nuestro los que han seguido el camino de la supresión de las FFAA? ¿Han tenido problemas de defensa, o han tenido ventajas en la supresión de ese gasto inútil? ¿Qué balance sacamos sobre la vergonzosa participación de Uruguay en las llamadas “misiones de paz”? ¿Acaso no han servido directamente a una mayor penetración ilegítima de los yanquis en Haití?


Esta discusión no empieza hoy. Hay precedentes importantes, y muchos actores han opinado al respecto con distintas posiciones. Pero también han opinado –dolorosamente- los hechos.


Hoy es inaceptable que nuevamente se vuelva con los planteos sobre “militares nacionalistas” o “progresistas” o de “unidad nacional” con los “soldados de la patria”. Más inaceptable aún es que vuelvan con lo mismo, los mismos  que de esa manera  colaboraron ayer con la maniobra confusionista del terrorismo de estado emergente. ¡Y que hoy le quieran endosar a esa institución terrorista no solo la deuda sino además nuevos créditos!


Si estas páginas son de alguna forma herederas de las páginas de Quijano, queremos que sobre este tema hable Quijano:


"No creo de ninguna manera en la utilidad y necesidad del actual ejército nacional, que me parece una organización retrógrada y reaccionaria; y me parece que el mantenimiento de esa organización, a base de sueldos altos conspiraría contra el progreso del país... mi posición es radicalmente contraria a este presupuesto, para ir a la supresión del ejército nacional”.



ANDRÉS OLIVETTI    -   FERNANDO MOYANO

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